ACOTACIONES
En Villa Candelaria, Madrid hace un tiempo muy caloroso y bonito. Javier llegó demasiado cansado y temprano al domicilio de Amalia Bareyo, así que se encaminó a un bar cercano y, tras desayunar, estuve un rato pasando el tiempo. Javier y Amalia se quedaron solos hablando de historias, en su casa...
AMALIA: ¿No ha venido tu prima, Obregón? (me preguntó Amalia con una voz temblorosa)
JAVIER: Se ha quedado en Villa Candelaria. ¿Puedo pasar?
JAVIER: Entré en el piso , cerré la puerta y la seguí.
AMALIA: Mi hija ha salido (dijo Amalia mientras se acomodaba trabajosamente en su mecedora, así si quieres tomar algo, cógelo tú mismo de la nevera)
JAVIER: No quiero nada, gracias
AMALIA: ¿No quieres nada entonces, ¿a qué has venido?
JAVIER: Usted lo sabe (respondí)
JAVIER: Fue usted ¿verdad?
AMALIA: Sí, fuí yo
JAVIER: ¿Y por qué lo hizo? (pregunté)
AMALIA: Supongo que, tarde o temprano, alguien tenía que descubrir mi secreto. Aunque bastante tiempo lo he guardado;un poco más, y me lo llevo a la tumba (dejó escapar un largo suspiro). Tengo ochenta y siete años, niño; soy muy, pero que muy vieja, y hace tanto que sucedió aquello que ya casi ni me acuerdo. Pero no me arrepiento de nada, de eso bien seguro puedes estar (volvió la mirada hacia el ventanal y la perdió en el azul del cielo; sin mirarme, prosiguió): Aquella noche, la noche que se fugó la señorita Beatriz, yo la acompañé al puerto. Todavía recuerdo cómo se abrazaron ella y el capitán Cienfuegos, lo felices que estaban, los besos que se dieron...Justo cuando yo iba a embarcar en el Savanna, la señorita recordó algo. Se acercó a mí y me dijo que había dejado olvido el collar en el cjón y que se lo diera a su padre
JAVIER: Pero usted no lo hizo.
AMALIA: No. Cogí el collar al día siguiente, lo guardé en una caja y no le dije nada a nadie.
JAVIER: ¿Por qué?
AMALIA: Ni yo lo misma lo sé...
JAVIER: Vengarse de sus patronos... (repetí, sorprendido por el rencor que destilaban las palabras de la anciana) ¿ Tanto los odiaba?
AMALIA: Con toda mi alma.
JAVIER: ¿Y Beatriz? (pregunté) ¿No la apreciaba?
AMALIA: Claro que sí; la quería muchísimo, ya te lo he dicho.
JAVIER: Pero usted permitió que todo el mundo pensara que ella robó el collar.
AMALIA: La señorita consiguió lo que quería (objetó, irritada)
JAVIER: Así que usted se quedó el collar ¿Que hizo después con él? ¿Lo vendió?
AMALIA: ¡No me faltes el respeto, niño! (exclamó enfadada)
JAVIER: Entonces, ¿qué hizo con él?
AMALIA: Espera aquí (dijo antes de desaparecer de mi vista)
AMALIA: Toma, (dijo, tendiéndome la caja)
JAVIER: ¿Quieres decir (musité) que aquí está...?
AMALIA: Sí, ahí está (me interrumpió)
AMALIA: ¡No lo abras!(me ordenó la anciana)
JAVIER: ¿Por qué?
AMALIA: Porque quien evita la tentación evita el pecado. Ya ni me acuerdo de cómo era el collar, así que no se te ocurra abrir esa caja delante de mí (me dirigió una hosca mirada)
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